viernes, 15 de enero de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey III: Los jornaleros de Bolivia

Durante un tiempo, y por circunstancias que no vienen a cuento, tuve la oportunidad de tener relación con una cuadrilla de jornaleros bolivianos que trabajaban en los campos de Murcia. Me llamó a la atención lo educados y buen trato que tenían, no ya conmigo sino entre ellos mismo, casi reverencia, casi ceremonial, casi japonés… modales exquisitos, habla exquisita…

El caso, que estuve varios días con ellos, tanto cuando trabajaban como en los momentos de descanso, y en las comidas medio día, a la sombra de algún árbol grande o en alguna construcción de la finca. Un día, durante la comida, parte de los hablaban en español y otros lo hacían aimara.

Uno de los que estaban hablando en aquella lengua nativa, se dirigió a mí y me dijo: “¿Sabe por qué estamos aquí tan lejos de nuestra tierra y nuestras familias?”. Le respondí que suponía que por la situación económica y social de su país, que les hacia rentable venir a España a trabajar. La respuesta que me dio aun me pone hoy los pelos de punta. Dijo “Porque ustedes nos abandonaron”. ¿Cómo que les abandonamos? Fue mi respuesta. A lo que él prosiguió, con el visto bueno de los demás, “...en nuestros pueblos viejitos cuentan que les contaron sus abuelos, y a estos los suyos, que cuando los hombres de rey estaban allí, los indios teníamos derechos y había leyes que nos protegían, pero cuando se marcharon nos quitaron nuestras tierras, y desde entonces en nuestros pueblos se malvive y las ciudades no somos bien vistos”.

Este comentario me hizo darle vueltas a la cabeza...



viernes, 8 de enero de 2021

Mis 3 primeros libros de lectura (y III)

...terminado esta historia, con el tercero de los que fueron, son y serán, mis 3 primeros libros de lectura:

El primero de los primeros tres libros.
El segundo de los primeros tres libros.


La Vuelta al Mundo en Ochenta Días de Julio Verne

De esta novela también se puede decir poco ¿quién no lo ha leído, o visto en una película, o en dibujos animados, o en cómic, o en dibujos animados con bichos…? Sí, con bichos “Soy Willy Fog apostador, que se juega con honor la vuelta al mundo, aventurero y gran señor...”. Lo dicho, que voy a pasar del ilustre Verne y voy a comentar cómo conocí su libro.

En esta ocasión andaba ya por tercero de EGB, y parecía que la técnica de “un libro por año”, que se habían propuesto en la escuela, no iba a fallar. Hasta ese momento “Quo vadis?” en primero, e “Ivanhoe” en segundo. Pero algo cambió. No sé si fue el viento, el nuevo director de la escuela, los maestros, el Ministerio, o lo que fue. Lo cierto y verdad es que, pese a no haberle pegado fuego, nunca nos dejaron volver a entrar en la Biblioteca, salvo causa disciplinaria, hasta séptimo. Ahí es nada.

¿...y entonces como llegó a mis manos “La Vuelta al Mundo en Ochenta Días”? Pues resulta que, en la escuela pasaron una lista de libros a la librería-papelería del pueblo, a nosotros también nos dieron una copia hecha en la multicopista, con lo que no le faltaban los clásicos manchurrones con los que esos artefactos firmaban su trabajo. Así que de clase a casa, y de ésta a la librería, que lo mandaba el maestro.

Una vez en ella, resultó que todos los libros formaban parte de una misma colección, “Colección de Historias Selección” de Editorial Bruguera. Tapa dura de color beige, ilustrada con llamativas escenas de lo que se suponía iba a ocurrir en su interior. El mío con unos indios del salvaje oeste persiguiendo a un humeante caballo de hierro. Para colmo, bajo el colorido dibujo ponía en letras bien grandes “Edición Ilustrada”. Es decir, ¡¡¡este sí llevaba dibujos!!!

Así pues, ni corto ni perezoso, me decanté por ese de los indios. Por aquel tiempo, sábado sí y sábado también, en “Sesión de Tarde” tocaba una de John Wayne, o de Henry Fonda, o de Errol Flynn, o de Stewart Granger, o de Alan Ladd… así que si en esas páginas había indios y pistoleros, no había nada más que ver ni pensar.

A la hora de la verdad, los dibujos no eran para tanto, pocos y en blanco y negro; su lectura no resultaba del todo pesada, aunque los indios tardaban en salir, y tardaron, y tardaron… llegó un momento en que salió alguno, pero el libro no iba de indios. ¡Mecachis! Pese a ello lo tuve que terminar, pues una vez comprado le tuvimos que decir al maestro cual era, había que hacer un resumen, y se nos harían algunas preguntas. El resultado de ese “tercer grado” era indiferente, no puntuaba, pero no leer el libro conllevaba suspender la asignatura de Lengua. Lo dicho, lo terminé.

A día de hoy sigue en su sitio, en la estantería, un poco desvencijado por el paso del tiempo, pero allí está, de ahí la descripción, en este caso tan acertada, no como en los otros.

...y por cierto, el siguiente libro que hojeé después de éste, aparte de los de la escuela, fue uno de instalación de líneas de alta tensión de, creo, editorial Marcombo, pero eso ya es otra historia.