lunes, 11 de octubre de 2021

Los Pueblos Originarios: de Indios Americanos a entes etéreos

Sumario

Como es sabido por todo el mundo, Colón llegó a América creyendo que había ido a algún punto periférico de Asia. De ahí el nombre inicial de “Las Indias” y que a sus habitantes se les llamara “indios”. Conforme avanzó el tiempo y se dieron cuenta que aquello no parecía ser una zona de Asia, sino de “otro sitio”, gentes como Cortés o Pizarro, en un principio, continuaron la exploración intentando encontrar el camino que les permitiera dejar atrás aquellas tierras para poder llegar a China e India, el objetivo inicial del viaje de Colón.

Aquel objetivo de llegar al otro lado, conforme se fue descubriendo el Nuevo Mundo, fue quedando de lado. Aunque al final se consiguió, primero con la vuelta al mundo de Magallanes y el Cano, y después con el tornaviaje de Urdaneta, que completó el proyecto inicial, y las mercancías de China, India y el resto de Asia llegaron en el Galeón de Manila a la Nueva España y de allí al Virreino del Perú y a Europa.

Los indios americanos estuvieron muy presentes en todos esos hechos, y muchos más, ya que aunque se dice que América la conquistaron los españoles, eso no es cierto, América la conquistaron los indios con los españoles. En aquella época, al igual que hoy, España era un país de población escasa, y en consecuencia al llegar al Nuevo Mundo lo que se buscaba por Cortés y Pizarro, y los que les siguieron, eran alianzas con los nativos.

Estas alianzas podían ser por matrimonios con los miembros destacados de esas sociedades, por apoyo militar contra sus vecinos enemigos, o por apoyo diplomático con esos otros vecinos, pero el objetivo siempre era conseguir gente. Para ello los nativos debían aceptar el cristianismo, bautizarse, y por “Las Leyes de Burgos” o “Leyes de Indias”, ya eran españoles como los nacidos en Valladolid o Albacete.

Esos indios, ya españoles, fueron los que conquistaron a los aztecas, los que vencieron a los incas, que se adentraron en la conquista de Chile, los que aseguraron el Rio del Plata y las actuales Colombia y Venezuela, los que iban en el Galeón de Manila, los que se enfrentaron a los samuráis japoneses en Filipinas… los que iban a España a departir asuntos de Estado con los reyes. Esos indios que fueron generales, obispos, nobles, terratenientes, emprendedores, artesanos…

Los indios eran la pieza fundamental para que América funcionara, pues al contrario que EEUU, y también, más tarde, Argentina, Chile, Uruguay, Venezuela o México, durante la época virreinal la emigración de Europa estaba muy controlada. Por un lado porque todo el mundo en España no se podía ir a “Las Indias”, o de lo contrario no habría quien la hiciera “funcionar”; y por otro los extranjeros tampoco podían aparecer tal cual en una playa, las guerras con Inglaterra, Holanda o Francia eran continuas, y sus banderas en el horizonte eran preludio de batalla o escaramuza.

Los indios en las guerras de independencia en América

Cuando comenzaron los procesos de independencia en los distintos territorios de la América Española, para asombro de los “libertadores” y próceres de las nuevas patrias, los nativos se pusieron de parte de las fuerzas realistas, y junto a ellas combatieron a los nuevos poderes emergentes. Tal como de indica, por ejemplo, en la Gazeta Ministerial de Chile del sábado 13 de marzo de 1819:

"Las valientes tribus de Arauco, y demás indígenas de la parte meridional, prodigaron su sangre por más de tres centurias defendiendo su libertad contra el mismo enemigo que hoy es nuestro. ¿Quién no creería que estos pueblos fuesen nuestros aliados en la lid a que nos obligó el enemigo común? Sin embargo, siendo idénticos nuestros derechos, disgustados por ciertos accidentes inevitables en guerra de revolución, se dejaron seducir de los jefes españoles. Esos guerreros, émulos de los antiguos espartanos en su entusiasmo por la independencia, combatieron encarnizadamente contra nuestras armas, unidos al ejército real, sin más fruto que el retardar algo nuestras empresas y ver correr arroyos de sangre de los descendientes de Caupolicán, Tucapel, Colocolo, Galvarino, Lautaro y demás héroes, que con proezas brillantes inmortalizaron su fama."

Es decir, que quienes combatieron a Valdivia por ser, supuestamente, malvado, despiadado, sanguinario, cruel y cualquier otro calificativo del mismo carácter que se le quiera añadir; que durante la mayor parte de tiempo que aquellas tierras estuvieron bajo administración española, entre tratado y tratado de paz, mantuvieron diversas guerras con las fuerzas del Imperio. Los araucanos, hoy llamados mapuches, cuando llegó el momento de romper con todo, de aplastar a su “enemigo” de siglos, resulta que se unieron a él para combatir a los nuevos “libertadores”, como también hicieron los pincheira y los propios gauchos en Argentina. ¿Por qué?

Este alinearse con la administración realista, no fue un hecho aislado en Chile y Argentina:

En lo que hoy es Ecuador, los caciques de la sierra centro se decantaron por las fuerzas realistas, dirigidos, entre otros, por Quinchuela o Sefla y Oro.

La actual Colombia también tiene a sus “héroes olvidados”, se podría hablar de, por ejemplo, Agustín Agualongo, indio y coronel del Ejército Real, que falleció fusilado por los “libertadores” en Popayán, tras el frustrado asalto a Barbacoas en mayo de 1824.

Otro personaje silenciado, en este caso en el actual Perú, el indio Antonio Huachaca, que era campesino quechua cuando empezó la guerra y que la terminó como General de Brigada del ejército realista.

La relación de personajes indígenas que lucharon contra los “libertadores” en el Ejército Real es mucho más extensa. Todos los países actuales tienen sus caciques, coroneles o generales indios, o lo que es lo mismo, en la tropa su número es incalculable. ¿Y por qué? Volviendo a la pregunta realizada más arriba. Porque los indios eran conscientes de que las estructuras y autoridades virreinales, bajo gobierno español, con “Las Leyes de Indias” eran su única protección ante el saqueo y miseria que les traerían las ambiciones de los criollos en el poder, sin el contrapeso real.

Pese a todo, las fuerzas realistas fueron perdiendo batallas y al final las guerras. Los insurgentes locales estaban apoyados por Inglaterra y Francia, que les aportaban equipo y tropas o atacaban los distintos puertos de las Américas, e incluso intentaron varias invasiones como, entre otras, en Buenos Aires o La Habana. Circunstancias que obligaban a que no todos los efectivos disponibles se pudieran dedicar a la lucha contra los traidores. Esto llevó a que los indios, unas veces por perder en combate, otras porque su comarca era conquistada, y otras por promesas de los criollos, fueran cambiando de bando o dejando de luchar.

Las promesas de los criollos, como las de Simón Bolívar, en 1819 tras la batalla de Boyacá, cuando firmó la ley que reconocía a los indios sus títulos de propiedad de sus tierras, otorgados por las autoridades del Virreino del Perú y del Virreino de Nueva Granada. Aunque poco tiempo después y en virtud de la libertad de los particulares, criollos y emigrantes, para poder tener tierras en propiedad, comenzó la expulsión de los indios de sus propiedades, que les habían sido otorgadas por el rey y reconocidas como suyas por Bolívar, y los que se resistían al desalojo fueron exterminados, eso sí, en nombre de la libertad y bajo el lema «ilustraran, depuraran y equilibraran las razas», la carnicería comenzó, en Colombia y Venezuela, allá por 1848-50. Las promesas de los “libertadores” a los indios no duraron ni treinta años, (Y ellos lo sabían…).

El exterminio de los indios americanos

Como ya queda en el párrafo anterior, las promesas de Bolívar y los suyos a los indios de Nueva Gradada duraron muy poco. Las palabras de las lleva el viento, los títulos de propiedad se queman, pero las tierras permanecen… y se “equilibraran las razas”.

De Estados Unidos sobra hablar de este asunto, desde que se inventó el cine nos están vendiendo sin cesar la “conquista del oeste”, la “forja de una nación”, el “nacimiento de una nación”, y demás eufemismos para no decir genocidio de indios. De eso se culpa a otros que cargan con leyenda negra. Aunque los indios de Nuevo México, Texas, Arizona, Colorado, California… hablaran español estuvieran bautizados, fueran a misa, vivieran en casas de adobe organizadas en pueblos alrededor de una misión, y tuvieran títulos de propiedad de sus tierras, se dedicaran a la agricultura y la ganadería… todo eso se soluciona con el archiconocido toque de corneta de carga de la caballería, partidas de colonos que salen a matar indios, o las carretas haciendo un círculo mientras los indios dan vueltas alrededor para que practiquen el “tiro al pichón” mientras esperan el proverbial toque de corneta. Son los wéstern.

Aunque México tampoco se queda corto en este aspecto, en relación a su vecino y ladrón territorial del norte. Empezaron en 1821 con los Comanches en Texas y Nuevo México; siguieron en 1824 matando indígenas chumash y yokut en California; continuaron en 1837 con la guerra del Chimayó en Nuevo México y Texas; en 1847 le cogieron el gusto y no cesaron las hostilidades hasta 1933 contra los mayas en Yucatán, y por cierto en esta “operación” también participó Guatemala al otro lado de la frontera. Pero como las “buenas costumbres” nunca hay que perderlas, en Chiapas continúa la situación militarizada, las actuaciones de los grupos paramilitares, las autodefensas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional… hasta el punto de que una delegación zapatista, “La Extemporánea“, en septiembre de 2021 ha estado de gira por distintas capitales de Europa para visibilizar su situación en México.

Por su parte en Chile, las promesas del Parlamento de Concepción de 1811, o las de 1819, también en Concepción, cuando se les prometía “...vais a formar con nosotros un cuerpo de nación”, publicado en la Gazeta Ministerial de Chile de 30 de enero de 1819, para 1861 ya se las había llevado el viento. En ese año Chile comenzaba la llamada “Pacificación de la Araucanía”, por la que entraron en guerra con los indios abajinos, arribanos, costinos, mapuches, pehuenches y demás pueblos que habitaban la auracanía y zonas colindantes. Esta guerra se dio por finalizada en 1883, de forma oficial, aunque la cuestión mapuche sigue vigente en hoy en Chile.

Argentina tampoco es una excepción en esta macabra lista. Comenzó sus guerras indias en 1833 con la campaña de Juan Manuel de Rosas y las dio por finalizadas, de forma oficial, el 31 de diciembre 1917 cuando se consideró concluida la Conquista del Chaco. Aunque en ese periodo de ochenta y cinco años, la campaña estrella de exterminio indígena fue la protagonizada por Julio Argentino Roca, la Guerra del Desierto, que se desarrolló de 1878 a 1885, durante la que la República Argentina se anexionó los territorios de La pampa y la Patagonia.

El caso de Uruguay ya es la rehostia en verso. En el momento de su independencia los indios charrúas, los guaraníes y otras etnias apoyaron a los “libertadores” contra los realistas, y después contra los portugueses cuando estos, desde Brasil, invadieron Uruguay. Estamos más o menos por 1816. En 1830 quedó constituida la República del Uruguay, o como es su nombre completo y correcto “República Oriental del Uruguay”. En ese momento el gobierno decretó un programa de erradicación del indio al que consideraban la causa del atraso del país, siendo necesaria su aniquilación para que la nación pueda progresar. El punto culminante fue la “Masacre de Salsipuedes”, el nombre se las trae, donde el ejército de Uruguay, con su primer presidente al frente, el General Fructuoso Rivera, convocó a todos los caciques charrúas, que acudieron con todos sus efectivos, para preparar un ataque contra Brasil. En realidad se trataba de una emboscada contra sus propios indios, a los que mataron de forma despiadada. Según las cifras oficiales uruguayas, en Salsipuedes murieron cuarenta indios. Pocos parecen cuando desde ese día, el 2 de abril de 1831, Uruguay es un país que se considera limpio de indígenas. Es decir, en Salsipuedes los mataron a prácticamente todos, los que estaban en condiciones de guerrear, en una sola matanza. Al resto, mujeres, niños y viejos, en cacerías sucesivas. Los indios del Uruguay habían superado la “conquista”, las epidemias de sarampión y viruela, habían sido españoles durante casi 300 años, apoyado una guerra de independencia… y en un solo día la República del Uruguay, en su primer año de existencia, los exterminó. El porcentaje oficial de población nativa en Uruguay es del 0,0%, no como el licor que les dieron en la noche del 1 de abril de 1830, los emborracharon, para que llegada la hora no opusieran resistencia.

El otro primo hermano en estas lides fue Paraguay, quien solo o en compañía también hizo sus “pinitos” con los indios. Por ejemplo en la guerra de la Conquista del Chaco, donde colaboró con Argentina en la “limpieza” del territorio; o en la Guerra del Chaco de 1932, tras la cual se anexionó unos doscientos treinta y cinco mil kilómetros de territorio, hasta entonces de Bolivia, y como suele ser habitual en estos casos, los parias fueron los que más perdieron, entre otras cosas porque fue una guerra de patrias defendidas, en ambos lados, por gran cantidad de indios en la tropa, que fueron la carne de cañón (aunque sus oficiales decían que no entendían eso de “la patria”), hasta las negociaciones de Buenos Aires en 1938.

Llegados a Bolivia, este caso fue caso aparte. Tras las independencias, hay que recordar que ni el Bajo Perú ni el Alto Perú querían la independencia, fue impuesta con las invasiones de Bolívar por el Norte y San Martín por el mar en Lima, tras la cual el país se partió y el Alto pasó a ser Bolivia; las tensiones entre indios y no indios fueron muy frecuentes e importantes. Pudiéndose destacar, por ejemplo, la revolución de 1899 donde uno de los lemas de los indios, principalmente los aimara, era el “exterminio de la raza blanca”. Tensiones que no han desaparecido a día de hoy, pues sin ir más lejos, tras el golpe de Estado de noviembre de 2019 que expulsó del gobierno a Evo Morales, la represión y matanzas de indios estuvieron al orden del día.

El nacimiento de los etéreos pueblos originarios

Hasta hace un tiempo, en América se hablaba de aztecas, mayas, incas, apaches, mapuches, tlaxcaltecas, aimaras, chankasm, olmecas, quechuas, charrúas, comanches… o en conjunto Indios Americanos. Hasta que hace un tiempo, desde Argentina y Chile, comenzó a salir el término “Pueblos Originarios”, una lavativa mental para limpiar sus conciencias por el exterminio de sus indígenas.

Las Guerras del Desierto, Salsipuedes, el Chaco, la Pacificación de la Araucanía, el Chimayó y muchas otras, no fueron desarrolladas por los salvajes españoles sedientos de sangre y oro, que llegaron a América en el siglo XV, saliendo de la Edad Media. No, estos dejaron nuevos países llenos de población indígena, de ahí las “necesidades” que estas nuevas naciones tuvieron.

Naciones civilizadas y modernas, que ya conocían la supuesta historia de siglos atrás. En muchos aspectos en el momento de sus independencias eran punteras en muchas áreas del conocimiento, faros del mundo. Que sin embargo durante todo el siglo XIX planificaron el exterminio de parte de su población, de parte de sus nacionales a los que les habían prometido igualdad, derechos y la nacionalidad de las nuevas naciones.

No fue por desconocimiento, no fue por ignorancia, no fue por la época, no fue por retales finales de la Edad Media, no fue por el choque de civilizaciones, no fue por las enfermedades, no fue por epidemias: fue por planificación política y arquitectura social. Tanto, que parte de esas guerras se continuaron desarrollando durante buena parte del siglo XX. Es más, a día de hoy, ya entrado el siglo XXI, en esos mismos países se sigue reprimiendo a los indios, en ocasiones se les persigue, y otras se les mata con excusas más o menos veladas.

La Leyenda Negra hacia España sigue y seguirá ahí, quienes la crearon son muy buenos con el marketing y la supieron vender muy bien. Pero lo que es cierto, es que hace dos cientos años de las independencias de aquellas nuevas naciones que iban a llevar la paz, el bienestar y el progreso a sus ciudadanos, y desde entonces no han dejado de matarlos. A los indios. ¿Esta leyenda es negra, roja, mulata, mestiza…?

Pero desde hace un tiempo aparecen los “Pueblos Originarios” ¿Originarios de dónde? ¿De Marte, de La Luna, de Casiopea? Antes eran Indios Americanos, ahora son “Pueblos Originarios”. ¿Pueblos Originarios? ¿Ya no son mapuches, ni aimaras, ni mayas, ni siux…? ¿Se han diluido en algún ácido? ¿Les han echado disolvente? Pueblos Originarios, término con el que algunos se llenan la boca, pero que no es nada, es borrar la identidad de todos esos pueblos, dejarlos en algo etéreo, intangible, indefinido… borrarlos.

Pueblos Originarios, los incluye a todos, pero no es nada y no es ninguno.

...es como cuando un indio andino te vende artesanía, pero no suya sino de los “indios de las praderas”, y tras él tiene un póster en tela con un indio emplumado a caballo, que en la parte alta lleva escrito “Sitting Bull,”, y esa tela, en la etiqueta, de atrás pone “Made in Pakistan”. Le preguntas quien es ese, y te dice que “es Sitting Bull, un indio de América”. Por su puesto cuando dice América se está refiriendo a EEUU, porque él no es americano. ¡Bravo por los libertadores!!.

El fantasma de los delirios imperiales

Ni hay fantasmas ni delirios en este texto, más bien muestra los despojos de los restos de un imperio, y lo mejor de todo para quienes vean “Leyenda Negra”, “Leyenda Rosa” o desvaríos como los de Fray Bartolomé de las Casas, es que este texto está basado en documentación publicada por, o en, diversas universidades desde La Tierra del Fuego hasta el Rio Grande.