lunes, 9 de agosto de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey VII: El pelotón ecuatoriano

Corría el verano del año 2002 cuando conocí a un grupo de ecuatorianos, solo hombres, veinte para ser exacto. Trabajaban en el campo, faenas agrícolas como nunca lo había visto antes, a la voz de “AR”. Eran militares, un pelotón, del Ejército de Ecuador, que, sargento incluido, venían España a hacer la campaña de la fruta de verano, unos pocos días menos que los noventa que tiene de duración el visado de turista.

Hacían este viaje, para trabajar de forma indocumentada, porque decían que en esos días, entre setenta y ochenta, de trabajo a destajo, de sol a sol, ganaban casi tres veces su sueldo de militar de todo un año, de entonces, en Ecuador. Por lo que les compensaba el viaje y la estancia, para ir consiguiendo unos ahorros, y llevaban, me comentaron, varios años ya haciéndolo.

El sargento del pelotón, un hombre fornido, no muy alto, mestizo, de cabeza rapada y piernas encorvadas como si toda la vida hubiera estado montando caballo, un día que estaba comiendo con ellos, me dijo “¿Sabe usted cuál es la mayor desgracia de América? Haberse separado de la madre patria. Y mucho cuidado -dijo mirando al resto de sus compañeros-, que a patriota no me gana nadie. Pero con España éramos cuatro regiones grandes, y ahora diecinueve países, algunos muy chiquitos, y vendidos a los gringos. ¿Se ha fijado usted en que Ecuador, Colombia y Venezuela tenemos la misma bandera? Pues colombianos y venezolanos con capaces de matarse en una discusión sobre donde se inventaron las arepas. Yo he jurado, como todos ellos -señaló a sus hombres-, dar hasta mi última gota de sangre por la patria, pero nuestra mayor desgracia es no seguir siendo España”. Aquel hombre no bebía, decía que hacerse evangélico le había sacado de los vicios, es decir, tenía la mente clara cuando comentaba aquello, y “sus hombres” no ponían objeciones.

Las palabras de este sargento del Ejército de Ecuador también me dieron mucho en que pensar, para tiempo...