jueves, 4 de noviembre de 2021

Solo por una vez, déjame, mirarte, con mis propios ojos

En la última secuencia en la que aparece con vida Darth Vader en el Retorno del Jedi, después del combate con Luke, tras el cual agoniza por las heridas sufridas en su ataque al Emperador, se produce este breve, y ya mítico, diálogo:

- Luke, ayúdame, a quitarme, la máscara -dice Vader mal herido y agonizante en el suelo.

- Pero morirás – responde Luke contrariado.

- Nada, puede impedir eso ya -responde su padre, con la voz entrecortada-. Solo por una vez -hizo una pausa-, dejame -le faltaba el aliento-, mirarte, con mis propios ojos -sentencia, mientras Luke, atendiendo a sus deseos, a su pesar, le retira el artefacto facial-. Ahora vete, hijo mio. Dejame… -concluye Darth Vader.

Aunque como todos sabemos Luke no hace caso a su padre, pese al fallecimiento de éste.


Si has visto La Guerra de las Galaxias, El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi, ese diálogo ya lo conocías, y si no las has visto, pues te recomiendo que lo hagas, son las auténticas. Aunque también te estarás preguntando que pinta aquí la muerte de Darth Vader…

Sencillo, en esa secuencia Vader le pide a Luke verlo con sus propios ojos, y eso es lo que te dice este texto, que si te gusta la aventura, el suspense, la historia, la intriga, las historias de otros mundos, tienes que leer El Hombre del Rey, porque encontrarás todo eso y mucho más. Ya el orden en que lo hagas es cosa tuya, puedes leerte esta novela y después ver las tres películas de Darth y Luke; puedes ver las tres películas y después leerte esta novela; o ir intercalando lectura y películas. Aunque esta última opción te va a resultar complicada, pues una vez empieces a leer ya no lo vas a dejar hasta llegar a la página 190, donde está el punto y final.



lunes, 11 de octubre de 2021

Los Pueblos Originarios: de Indios Americanos a entes etéreos

Sumario

Como es sabido por todo el mundo, Colón llegó a América creyendo que había ido a algún punto periférico de Asia. De ahí el nombre inicial de “Las Indias” y que a sus habitantes se les llamara “indios”. Conforme avanzó el tiempo y se dieron cuenta que aquello no parecía ser una zona de Asia, sino de “otro sitio”, gentes como Cortés o Pizarro, en un principio, continuaron la exploración intentando encontrar el camino que les permitiera dejar atrás aquellas tierras para poder llegar a China e India, el objetivo inicial del viaje de Colón.

Aquel objetivo de llegar al otro lado, conforme se fue descubriendo el Nuevo Mundo, fue quedando de lado. Aunque al final se consiguió, primero con la vuelta al mundo de Magallanes y el Cano, y después con el tornaviaje de Urdaneta, que completó el proyecto inicial, y las mercancías de China, India y el resto de Asia llegaron en el Galeón de Manila a la Nueva España y de allí al Virreino del Perú y a Europa.

Los indios americanos estuvieron muy presentes en todos esos hechos, y muchos más, ya que aunque se dice que América la conquistaron los españoles, eso no es cierto, América la conquistaron los indios con los españoles. En aquella época, al igual que hoy, España era un país de población escasa, y en consecuencia al llegar al Nuevo Mundo lo que se buscaba por Cortés y Pizarro, y los que les siguieron, eran alianzas con los nativos.

Estas alianzas podían ser por matrimonios con los miembros destacados de esas sociedades, por apoyo militar contra sus vecinos enemigos, o por apoyo diplomático con esos otros vecinos, pero el objetivo siempre era conseguir gente. Para ello los nativos debían aceptar el cristianismo, bautizarse, y por “Las Leyes de Burgos” o “Leyes de Indias”, ya eran españoles como los nacidos en Valladolid o Albacete.

Esos indios, ya españoles, fueron los que conquistaron a los aztecas, los que vencieron a los incas, que se adentraron en la conquista de Chile, los que aseguraron el Rio del Plata y las actuales Colombia y Venezuela, los que iban en el Galeón de Manila, los que se enfrentaron a los samuráis japoneses en Filipinas… los que iban a España a departir asuntos de Estado con los reyes. Esos indios que fueron generales, obispos, nobles, terratenientes, emprendedores, artesanos…

Los indios eran la pieza fundamental para que América funcionara, pues al contrario que EEUU, y también, más tarde, Argentina, Chile, Uruguay, Venezuela o México, durante la época virreinal la emigración de Europa estaba muy controlada. Por un lado porque todo el mundo en España no se podía ir a “Las Indias”, o de lo contrario no habría quien la hiciera “funcionar”; y por otro los extranjeros tampoco podían aparecer tal cual en una playa, las guerras con Inglaterra, Holanda o Francia eran continuas, y sus banderas en el horizonte eran preludio de batalla o escaramuza.

Los indios en las guerras de independencia en América

Cuando comenzaron los procesos de independencia en los distintos territorios de la América Española, para asombro de los “libertadores” y próceres de las nuevas patrias, los nativos se pusieron de parte de las fuerzas realistas, y junto a ellas combatieron a los nuevos poderes emergentes. Tal como de indica, por ejemplo, en la Gazeta Ministerial de Chile del sábado 13 de marzo de 1819:

"Las valientes tribus de Arauco, y demás indígenas de la parte meridional, prodigaron su sangre por más de tres centurias defendiendo su libertad contra el mismo enemigo que hoy es nuestro. ¿Quién no creería que estos pueblos fuesen nuestros aliados en la lid a que nos obligó el enemigo común? Sin embargo, siendo idénticos nuestros derechos, disgustados por ciertos accidentes inevitables en guerra de revolución, se dejaron seducir de los jefes españoles. Esos guerreros, émulos de los antiguos espartanos en su entusiasmo por la independencia, combatieron encarnizadamente contra nuestras armas, unidos al ejército real, sin más fruto que el retardar algo nuestras empresas y ver correr arroyos de sangre de los descendientes de Caupolicán, Tucapel, Colocolo, Galvarino, Lautaro y demás héroes, que con proezas brillantes inmortalizaron su fama."

Es decir, que quienes combatieron a Valdivia por ser, supuestamente, malvado, despiadado, sanguinario, cruel y cualquier otro calificativo del mismo carácter que se le quiera añadir; que durante la mayor parte de tiempo que aquellas tierras estuvieron bajo administración española, entre tratado y tratado de paz, mantuvieron diversas guerras con las fuerzas del Imperio. Los araucanos, hoy llamados mapuches, cuando llegó el momento de romper con todo, de aplastar a su “enemigo” de siglos, resulta que se unieron a él para combatir a los nuevos “libertadores”, como también hicieron los pincheira y los propios gauchos en Argentina. ¿Por qué?

Este alinearse con la administración realista, no fue un hecho aislado en Chile y Argentina:

En lo que hoy es Ecuador, los caciques de la sierra centro se decantaron por las fuerzas realistas, dirigidos, entre otros, por Quinchuela o Sefla y Oro.

La actual Colombia también tiene a sus “héroes olvidados”, se podría hablar de, por ejemplo, Agustín Agualongo, indio y coronel del Ejército Real, que falleció fusilado por los “libertadores” en Popayán, tras el frustrado asalto a Barbacoas en mayo de 1824.

Otro personaje silenciado, en este caso en el actual Perú, el indio Antonio Huachaca, que era campesino quechua cuando empezó la guerra y que la terminó como General de Brigada del ejército realista.

La relación de personajes indígenas que lucharon contra los “libertadores” en el Ejército Real es mucho más extensa. Todos los países actuales tienen sus caciques, coroneles o generales indios, o lo que es lo mismo, en la tropa su número es incalculable. ¿Y por qué? Volviendo a la pregunta realizada más arriba. Porque los indios eran conscientes de que las estructuras y autoridades virreinales, bajo gobierno español, con “Las Leyes de Indias” eran su única protección ante el saqueo y miseria que les traerían las ambiciones de los criollos en el poder, sin el contrapeso real.

Pese a todo, las fuerzas realistas fueron perdiendo batallas y al final las guerras. Los insurgentes locales estaban apoyados por Inglaterra y Francia, que les aportaban equipo y tropas o atacaban los distintos puertos de las Américas, e incluso intentaron varias invasiones como, entre otras, en Buenos Aires o La Habana. Circunstancias que obligaban a que no todos los efectivos disponibles se pudieran dedicar a la lucha contra los traidores. Esto llevó a que los indios, unas veces por perder en combate, otras porque su comarca era conquistada, y otras por promesas de los criollos, fueran cambiando de bando o dejando de luchar.

Las promesas de los criollos, como las de Simón Bolívar, en 1819 tras la batalla de Boyacá, cuando firmó la ley que reconocía a los indios sus títulos de propiedad de sus tierras, otorgados por las autoridades del Virreino del Perú y del Virreino de Nueva Granada. Aunque poco tiempo después y en virtud de la libertad de los particulares, criollos y emigrantes, para poder tener tierras en propiedad, comenzó la expulsión de los indios de sus propiedades, que les habían sido otorgadas por el rey y reconocidas como suyas por Bolívar, y los que se resistían al desalojo fueron exterminados, eso sí, en nombre de la libertad y bajo el lema «ilustraran, depuraran y equilibraran las razas», la carnicería comenzó, en Colombia y Venezuela, allá por 1848-50. Las promesas de los “libertadores” a los indios no duraron ni treinta años, (Y ellos lo sabían…).

El exterminio de los indios americanos

Como ya queda en el párrafo anterior, las promesas de Bolívar y los suyos a los indios de Nueva Gradada duraron muy poco. Las palabras de las lleva el viento, los títulos de propiedad se queman, pero las tierras permanecen… y se “equilibraran las razas”.

De Estados Unidos sobra hablar de este asunto, desde que se inventó el cine nos están vendiendo sin cesar la “conquista del oeste”, la “forja de una nación”, el “nacimiento de una nación”, y demás eufemismos para no decir genocidio de indios. De eso se culpa a otros que cargan con leyenda negra. Aunque los indios de Nuevo México, Texas, Arizona, Colorado, California… hablaran español estuvieran bautizados, fueran a misa, vivieran en casas de adobe organizadas en pueblos alrededor de una misión, y tuvieran títulos de propiedad de sus tierras, se dedicaran a la agricultura y la ganadería… todo eso se soluciona con el archiconocido toque de corneta de carga de la caballería, partidas de colonos que salen a matar indios, o las carretas haciendo un círculo mientras los indios dan vueltas alrededor para que practiquen el “tiro al pichón” mientras esperan el proverbial toque de corneta. Son los wéstern.

Aunque México tampoco se queda corto en este aspecto, en relación a su vecino y ladrón territorial del norte. Empezaron en 1821 con los Comanches en Texas y Nuevo México; siguieron en 1824 matando indígenas chumash y yokut en California; continuaron en 1837 con la guerra del Chimayó en Nuevo México y Texas; en 1847 le cogieron el gusto y no cesaron las hostilidades hasta 1933 contra los mayas en Yucatán, y por cierto en esta “operación” también participó Guatemala al otro lado de la frontera. Pero como las “buenas costumbres” nunca hay que perderlas, en Chiapas continúa la situación militarizada, las actuaciones de los grupos paramilitares, las autodefensas, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional… hasta el punto de que una delegación zapatista, “La Extemporánea“, en septiembre de 2021 ha estado de gira por distintas capitales de Europa para visibilizar su situación en México.

Por su parte en Chile, las promesas del Parlamento de Concepción de 1811, o las de 1819, también en Concepción, cuando se les prometía “...vais a formar con nosotros un cuerpo de nación”, publicado en la Gazeta Ministerial de Chile de 30 de enero de 1819, para 1861 ya se las había llevado el viento. En ese año Chile comenzaba la llamada “Pacificación de la Araucanía”, por la que entraron en guerra con los indios abajinos, arribanos, costinos, mapuches, pehuenches y demás pueblos que habitaban la auracanía y zonas colindantes. Esta guerra se dio por finalizada en 1883, de forma oficial, aunque la cuestión mapuche sigue vigente en hoy en Chile.

Argentina tampoco es una excepción en esta macabra lista. Comenzó sus guerras indias en 1833 con la campaña de Juan Manuel de Rosas y las dio por finalizadas, de forma oficial, el 31 de diciembre 1917 cuando se consideró concluida la Conquista del Chaco. Aunque en ese periodo de ochenta y cinco años, la campaña estrella de exterminio indígena fue la protagonizada por Julio Argentino Roca, la Guerra del Desierto, que se desarrolló de 1878 a 1885, durante la que la República Argentina se anexionó los territorios de La pampa y la Patagonia.

El caso de Uruguay ya es la rehostia en verso. En el momento de su independencia los indios charrúas, los guaraníes y otras etnias apoyaron a los “libertadores” contra los realistas, y después contra los portugueses cuando estos, desde Brasil, invadieron Uruguay. Estamos más o menos por 1816. En 1830 quedó constituida la República del Uruguay, o como es su nombre completo y correcto “República Oriental del Uruguay”. En ese momento el gobierno decretó un programa de erradicación del indio al que consideraban la causa del atraso del país, siendo necesaria su aniquilación para que la nación pueda progresar. El punto culminante fue la “Masacre de Salsipuedes”, el nombre se las trae, donde el ejército de Uruguay, con su primer presidente al frente, el General Fructuoso Rivera, convocó a todos los caciques charrúas, que acudieron con todos sus efectivos, para preparar un ataque contra Brasil. En realidad se trataba de una emboscada contra sus propios indios, a los que mataron de forma despiadada. Según las cifras oficiales uruguayas, en Salsipuedes murieron cuarenta indios. Pocos parecen cuando desde ese día, el 2 de abril de 1831, Uruguay es un país que se considera limpio de indígenas. Es decir, en Salsipuedes los mataron a prácticamente todos, los que estaban en condiciones de guerrear, en una sola matanza. Al resto, mujeres, niños y viejos, en cacerías sucesivas. Los indios del Uruguay habían superado la “conquista”, las epidemias de sarampión y viruela, habían sido españoles durante casi 300 años, apoyado una guerra de independencia… y en un solo día la República del Uruguay, en su primer año de existencia, los exterminó. El porcentaje oficial de población nativa en Uruguay es del 0,0%, no como el licor que les dieron en la noche del 1 de abril de 1830, los emborracharon, para que llegada la hora no opusieran resistencia.

El otro primo hermano en estas lides fue Paraguay, quien solo o en compañía también hizo sus “pinitos” con los indios. Por ejemplo en la guerra de la Conquista del Chaco, donde colaboró con Argentina en la “limpieza” del territorio; o en la Guerra del Chaco de 1932, tras la cual se anexionó unos doscientos treinta y cinco mil kilómetros de territorio, hasta entonces de Bolivia, y como suele ser habitual en estos casos, los parias fueron los que más perdieron, entre otras cosas porque fue una guerra de patrias defendidas, en ambos lados, por gran cantidad de indios en la tropa, que fueron la carne de cañón (aunque sus oficiales decían que no entendían eso de “la patria”), hasta las negociaciones de Buenos Aires en 1938.

Llegados a Bolivia, este caso fue caso aparte. Tras las independencias, hay que recordar que ni el Bajo Perú ni el Alto Perú querían la independencia, fue impuesta con las invasiones de Bolívar por el Norte y San Martín por el mar en Lima, tras la cual el país se partió y el Alto pasó a ser Bolivia; las tensiones entre indios y no indios fueron muy frecuentes e importantes. Pudiéndose destacar, por ejemplo, la revolución de 1899 donde uno de los lemas de los indios, principalmente los aimara, era el “exterminio de la raza blanca”. Tensiones que no han desaparecido a día de hoy, pues sin ir más lejos, tras el golpe de Estado de noviembre de 2019 que expulsó del gobierno a Evo Morales, la represión y matanzas de indios estuvieron al orden del día.

El nacimiento de los etéreos pueblos originarios

Hasta hace un tiempo, en América se hablaba de aztecas, mayas, incas, apaches, mapuches, tlaxcaltecas, aimaras, chankasm, olmecas, quechuas, charrúas, comanches… o en conjunto Indios Americanos. Hasta que hace un tiempo, desde Argentina y Chile, comenzó a salir el término “Pueblos Originarios”, una lavativa mental para limpiar sus conciencias por el exterminio de sus indígenas.

Las Guerras del Desierto, Salsipuedes, el Chaco, la Pacificación de la Araucanía, el Chimayó y muchas otras, no fueron desarrolladas por los salvajes españoles sedientos de sangre y oro, que llegaron a América en el siglo XV, saliendo de la Edad Media. No, estos dejaron nuevos países llenos de población indígena, de ahí las “necesidades” que estas nuevas naciones tuvieron.

Naciones civilizadas y modernas, que ya conocían la supuesta historia de siglos atrás. En muchos aspectos en el momento de sus independencias eran punteras en muchas áreas del conocimiento, faros del mundo. Que sin embargo durante todo el siglo XIX planificaron el exterminio de parte de su población, de parte de sus nacionales a los que les habían prometido igualdad, derechos y la nacionalidad de las nuevas naciones.

No fue por desconocimiento, no fue por ignorancia, no fue por la época, no fue por retales finales de la Edad Media, no fue por el choque de civilizaciones, no fue por las enfermedades, no fue por epidemias: fue por planificación política y arquitectura social. Tanto, que parte de esas guerras se continuaron desarrollando durante buena parte del siglo XX. Es más, a día de hoy, ya entrado el siglo XXI, en esos mismos países se sigue reprimiendo a los indios, en ocasiones se les persigue, y otras se les mata con excusas más o menos veladas.

La Leyenda Negra hacia España sigue y seguirá ahí, quienes la crearon son muy buenos con el marketing y la supieron vender muy bien. Pero lo que es cierto, es que hace dos cientos años de las independencias de aquellas nuevas naciones que iban a llevar la paz, el bienestar y el progreso a sus ciudadanos, y desde entonces no han dejado de matarlos. A los indios. ¿Esta leyenda es negra, roja, mulata, mestiza…?

Pero desde hace un tiempo aparecen los “Pueblos Originarios” ¿Originarios de dónde? ¿De Marte, de La Luna, de Casiopea? Antes eran Indios Americanos, ahora son “Pueblos Originarios”. ¿Pueblos Originarios? ¿Ya no son mapuches, ni aimaras, ni mayas, ni siux…? ¿Se han diluido en algún ácido? ¿Les han echado disolvente? Pueblos Originarios, término con el que algunos se llenan la boca, pero que no es nada, es borrar la identidad de todos esos pueblos, dejarlos en algo etéreo, intangible, indefinido… borrarlos.

Pueblos Originarios, los incluye a todos, pero no es nada y no es ninguno.

...es como cuando un indio andino te vende artesanía, pero no suya sino de los “indios de las praderas”, y tras él tiene un póster en tela con un indio emplumado a caballo, que en la parte alta lleva escrito “Sitting Bull,”, y esa tela, en la etiqueta, de atrás pone “Made in Pakistan”. Le preguntas quien es ese, y te dice que “es Sitting Bull, un indio de América”. Por su puesto cuando dice América se está refiriendo a EEUU, porque él no es americano. ¡Bravo por los libertadores!!.

El fantasma de los delirios imperiales

Ni hay fantasmas ni delirios en este texto, más bien muestra los despojos de los restos de un imperio, y lo mejor de todo para quienes vean “Leyenda Negra”, “Leyenda Rosa” o desvaríos como los de Fray Bartolomé de las Casas, es que este texto está basado en documentación publicada por, o en, diversas universidades desde La Tierra del Fuego hasta el Rio Grande.


sábado, 11 de septiembre de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey VIII: La unión de comentarios

Lo ya contado no tuvo en un único momento o en un periodo de tiempo breve, todo lo contrario, fueron comentarios, anécdotas, conversaciones que se dieron entre 1993 y 2011. Una constante a lo largo de 18 años, en distintos lugares, en diversas situaciones, con varias personas muy diferentes… algunos de esos comentarios quedaron en la memoria como si hubieran sido grabados a fuego, de otros quedaron en notas manuscritas para evitar su alteración por el tiempo.

Aunque, en un principio, nunca fue el objetivo de esas conversaciones, y su recuerdo, el escribir una novela. Después, algún día, no se sabe bien porqué, la causa o el motivo, pero una idea comienza a rondar por la cabeza. A darle vueltas y más vueltas. Un rumrum que no va. Que trae frases, que forma personajes, que pronuncia nombres, que busca lugares…

El 2 de julio de 2016 comenzó a tomar forma con el tableteo sobre un viejo teclado mecánico IBM KB-7953, horas, días, semanas, meses, re-escrituras, lectores “beta”, opiniones, hasta que quedó terminado. ¿Cuándo? Es la última frase después del punto y final.

...ya sabes el origen de El Hombre del Rey, espero que te guste.



lunes, 9 de agosto de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey VII: El pelotón ecuatoriano

Corría el verano del año 2002 cuando conocí a un grupo de ecuatorianos, solo hombres, veinte para ser exacto. Trabajaban en el campo, faenas agrícolas como nunca lo había visto antes, a la voz de “AR”. Eran militares, un pelotón, del Ejército de Ecuador, que, sargento incluido, venían España a hacer la campaña de la fruta de verano, unos pocos días menos que los noventa que tiene de duración el visado de turista.

Hacían este viaje, para trabajar de forma indocumentada, porque decían que en esos días, entre setenta y ochenta, de trabajo a destajo, de sol a sol, ganaban casi tres veces su sueldo de militar de todo un año, de entonces, en Ecuador. Por lo que les compensaba el viaje y la estancia, para ir consiguiendo unos ahorros, y llevaban, me comentaron, varios años ya haciéndolo.

El sargento del pelotón, un hombre fornido, no muy alto, mestizo, de cabeza rapada y piernas encorvadas como si toda la vida hubiera estado montando caballo, un día que estaba comiendo con ellos, me dijo “¿Sabe usted cuál es la mayor desgracia de América? Haberse separado de la madre patria. Y mucho cuidado -dijo mirando al resto de sus compañeros-, que a patriota no me gana nadie. Pero con España éramos cuatro regiones grandes, y ahora diecinueve países, algunos muy chiquitos, y vendidos a los gringos. ¿Se ha fijado usted en que Ecuador, Colombia y Venezuela tenemos la misma bandera? Pues colombianos y venezolanos con capaces de matarse en una discusión sobre donde se inventaron las arepas. Yo he jurado, como todos ellos -señaló a sus hombres-, dar hasta mi última gota de sangre por la patria, pero nuestra mayor desgracia es no seguir siendo España”. Aquel hombre no bebía, decía que hacerse evangélico le había sacado de los vicios, es decir, tenía la mente clara cuando comentaba aquello, y “sus hombres” no ponían objeciones.

Las palabras de este sargento del Ejército de Ecuador también me dieron mucho en que pensar, para tiempo...



jueves, 17 de junio de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey VI: El “indio” de Argentina

En una ocasión, bueno más bien fueron varias veces, estuve con un camionero argentino, alto, moreno, de rasgos duros y de habla argentina pero sin el deje típico porteño, mucho más neutro. Al cabo de varios días le pregunté porque siendo argentino no tenía acento de allí, y me respondió que el país era muy grande y no en todas la provincias se hablaba igual, como en España, que yo estaba acostumbrado a oír hablar a os de Buenos Aires.

Siguió añadiendo que él era de una provincia llamada Neuquén. La primera ver que oí esa palabra. Uno de los territorios donde habitaban los mapuches, los indios autóctonos de Argentina y Chile, y él era mapuche. Fue evidente mi desconocimiento de su existencia.

Al cabo de unos días la conversación continuó, estaba interesado en explicarme quienes eran los mapuches. En ese intento, me comentó que cuando Argentina era española, los indios eran dueños de sus tierras, había leyes que los protegían y regulaban sus relaciones con el resto de los habitantes de la región no nativos. Pero cuando el país fue independiente la situación cambio, y para los mapuches el hecho de vivir se convirtió en una pesadilla.

Tanto en Chile como en Argentina, desde medios del siglo XIX, los sucesivos gobiernos estuvieron en guerra con su pueblo, con la intención de exterminarlo “nos mataban como a alimañas”, se lamentó. Lo que no había ocurrido en los trescientos años anteriores, pasó en los últimos treinta del siglo pasado, el XIX se refería. “Ustedes los abandonaron y ellos los mataron para quitarles sus tierras”.

“Ahora no llaman “los pueblos originarios”, recalcó, y hasta hay quienes de dejan los cabellos largos, hasta más allá de los hombros, para parecerse a “los originarios”, en nuestro honor dicen, como señal de respeto”, decía no muy conforme con las palabras que salían de su boca. “Mala conciencia por sus crímenes”, añadió, y me preguntó “¿Sabes que son “las guerras del desierto”? Allá todo el mundo lo sabe pero nadie habla de ellas, son tabú”.

Aquel fue mi primer contacto con un mapuche, la primera ver que oí eso de la “guerra del desierto”, después supe quien fue, entre otros, Julio Argentino Roca, tuve tiempo para pensar y documentarme al respecto...



lunes, 10 de mayo de 2021

…ese muchacho no nos entiende, Morgan, pero no es de la familia...

…ese muchacho no nos entiende, Morgan, pero no es de la familia…
Genial!!! Esta frase se la dice Perro a Morgan, su sobrina, cuando empiezan a pelear en el barco de Perro, ya al final de la película, La Isla de las Cabezas Cortadas, cuando ella en plan “milhombres”, estando siendo abordado su barco, se lanza al barco de Perro, diciendo “…voy a reventar el barco y recuperar lo que es nuestro, separad el barco cuando lo haya hecho…”.

¿Has visto La Isla de las Cabezas Cortadas en alguna ocasión? ¿Te ha gustado? Pues si tu respuesta es “sí”, entonces El Hombre del Rey te gustará, pues también tiene un contexto histórico, en el siglo XIX, es trepidante, hay aventuras, suspense, malos muy malos, buenos no del todo buenos, romance, intriga, personajes entrañables, humor… ¿Todavía te lo estás pensando? Cuánto más te lo pienses, más tiempo tardarás en comenzar a disfrutarlo.



Nota: La imágen está extraída del DVD de la película, o lo que es lo mismo, el CopyRight es de la Universal.


martes, 27 de abril de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey V: La comerciante del Perú

En un vuelo que en uno de sus extremos tenía el aeropuerto de Madrid-Barajas, me tocó en el asiento de al lado una señora peruana. Tenía un comercio en Lima, textil, y estaba de viaje comercial para comprar género.

Entre las muchas cosas que hablamos, hasta que las horas hicieron mella, y en ese caso lo mejor que se puede hacer en un avión es ser cordial con Morfeo. Me dijo “...la mayor desgracia que ha tenido el Perú, es que los ingleses se robaran la Hacienda de Lima. Bueno, más bien se la regalaron”. En ese momento no sabía de lo que me estaba hablando, y siguió “No sé que es peor, si que los caciques se vuelvan patriotas, o que los patriotas se vuelvan caciques. ¿Conoce usted la Constitución de 1812? Entonces Las Américas éramos España”, digo con lo que parecía resignación en su voz. No había leído por entonces ese texto, pero ella no esperó mi respuesta, reclinó un poco el asiento y se giró para la ventanilla.

...Las Américas éramos España, en los días siguientes leí ese texto, y tuve mucho para pensar...



miércoles, 10 de marzo de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey IV: El turista argentino

Otro personaje pintoresco que tuvo su influencia en el desarrollo de esta historia, fue un turista argentino con el que conversé, hace ya un tiempo, por tierras del norte de Castilla y León. Era un tipo con pasta, con educación (de libros, de la otra poca). Alto, rubio y de ojos claros. Con cierto recelo o resquemor…

Hablando con él, llegó un punto en que me soltó que los españoles habíamos ido a Argentina a matar a sus pueblos originarios, primero, y después, junto con los “tanos”, solo a llevar miseria. En ese momento no sabía quiénes eran los “tanos”, pues supe que era una forma, en algunos ambientes despectiva, de referirse a los emigrantes italianos.

La conversación siguió, y lo “simpático” vino después. Aquel tipo era nieto emigrantes bálticos, o como dirían los rusos “Pribáltika”, en concreto de Lituania, que habían marchado para allá antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Originario total.

De nuevo tuve material para pensar...



viernes, 15 de enero de 2021

Los orígenes de El Hombre del Rey III: Los jornaleros de Bolivia

Durante un tiempo, y por circunstancias que no vienen a cuento, tuve la oportunidad de tener relación con una cuadrilla de jornaleros bolivianos que trabajaban en los campos de Murcia. Me llamó a la atención lo educados y buen trato que tenían, no ya conmigo sino entre ellos mismo, casi reverencia, casi ceremonial, casi japonés… modales exquisitos, habla exquisita…

El caso, que estuve varios días con ellos, tanto cuando trabajaban como en los momentos de descanso, y en las comidas medio día, a la sombra de algún árbol grande o en alguna construcción de la finca. Un día, durante la comida, parte de los hablaban en español y otros lo hacían aimara.

Uno de los que estaban hablando en aquella lengua nativa, se dirigió a mí y me dijo: “¿Sabe por qué estamos aquí tan lejos de nuestra tierra y nuestras familias?”. Le respondí que suponía que por la situación económica y social de su país, que les hacia rentable venir a España a trabajar. La respuesta que me dio aun me pone hoy los pelos de punta. Dijo “Porque ustedes nos abandonaron”. ¿Cómo que les abandonamos? Fue mi respuesta. A lo que él prosiguió, con el visto bueno de los demás, “...en nuestros pueblos viejitos cuentan que les contaron sus abuelos, y a estos los suyos, que cuando los hombres de rey estaban allí, los indios teníamos derechos y había leyes que nos protegían, pero cuando se marcharon nos quitaron nuestras tierras, y desde entonces en nuestros pueblos se malvive y las ciudades no somos bien vistos”.

Este comentario me hizo darle vueltas a la cabeza...



viernes, 8 de enero de 2021

Mis 3 primeros libros de lectura (y III)

...terminado esta historia, con el tercero de los que fueron, son y serán, mis 3 primeros libros de lectura:

El primero de los primeros tres libros.
El segundo de los primeros tres libros.


La Vuelta al Mundo en Ochenta Días de Julio Verne

De esta novela también se puede decir poco ¿quién no lo ha leído, o visto en una película, o en dibujos animados, o en cómic, o en dibujos animados con bichos…? Sí, con bichos “Soy Willy Fog apostador, que se juega con honor la vuelta al mundo, aventurero y gran señor...”. Lo dicho, que voy a pasar del ilustre Verne y voy a comentar cómo conocí su libro.

En esta ocasión andaba ya por tercero de EGB, y parecía que la técnica de “un libro por año”, que se habían propuesto en la escuela, no iba a fallar. Hasta ese momento “Quo vadis?” en primero, e “Ivanhoe” en segundo. Pero algo cambió. No sé si fue el viento, el nuevo director de la escuela, los maestros, el Ministerio, o lo que fue. Lo cierto y verdad es que, pese a no haberle pegado fuego, nunca nos dejaron volver a entrar en la Biblioteca, salvo causa disciplinaria, hasta séptimo. Ahí es nada.

¿...y entonces como llegó a mis manos “La Vuelta al Mundo en Ochenta Días”? Pues resulta que, en la escuela pasaron una lista de libros a la librería-papelería del pueblo, a nosotros también nos dieron una copia hecha en la multicopista, con lo que no le faltaban los clásicos manchurrones con los que esos artefactos firmaban su trabajo. Así que de clase a casa, y de ésta a la librería, que lo mandaba el maestro.

Una vez en ella, resultó que todos los libros formaban parte de una misma colección, “Colección de Historias Selección” de Editorial Bruguera. Tapa dura de color beige, ilustrada con llamativas escenas de lo que se suponía iba a ocurrir en su interior. El mío con unos indios del salvaje oeste persiguiendo a un humeante caballo de hierro. Para colmo, bajo el colorido dibujo ponía en letras bien grandes “Edición Ilustrada”. Es decir, ¡¡¡este sí llevaba dibujos!!!

Así pues, ni corto ni perezoso, me decanté por ese de los indios. Por aquel tiempo, sábado sí y sábado también, en “Sesión de Tarde” tocaba una de John Wayne, o de Henry Fonda, o de Errol Flynn, o de Stewart Granger, o de Alan Ladd… así que si en esas páginas había indios y pistoleros, no había nada más que ver ni pensar.

A la hora de la verdad, los dibujos no eran para tanto, pocos y en blanco y negro; su lectura no resultaba del todo pesada, aunque los indios tardaban en salir, y tardaron, y tardaron… llegó un momento en que salió alguno, pero el libro no iba de indios. ¡Mecachis! Pese a ello lo tuve que terminar, pues una vez comprado le tuvimos que decir al maestro cual era, había que hacer un resumen, y se nos harían algunas preguntas. El resultado de ese “tercer grado” era indiferente, no puntuaba, pero no leer el libro conllevaba suspender la asignatura de Lengua. Lo dicho, lo terminé.

A día de hoy sigue en su sitio, en la estantería, un poco desvencijado por el paso del tiempo, pero allí está, de ahí la descripción, en este caso tan acertada, no como en los otros.

...y por cierto, el siguiente libro que hojeé después de éste, aparte de los de la escuela, fue uno de instalación de líneas de alta tensión de, creo, editorial Marcombo, pero eso ya es otra historia.