domingo, 11 de octubre de 2020

Cuándo los “libertadores” libraban a los indios de la tiranía española

El 31 de diciembre de 1917 la República Argentina dio por finalizada oficialmente la Conquista del Chaco, y con ella las guerras indias que comenzaron en 1833 con la campaña de Juan Manuel de Rosas. Aunque previamente se llevaron a cabo las Campañas de Martín Rodríguez en 1820, pero éstas, por la situación socio-política en que se encontraba el país no se pueden considerar guerras indias estrictamente. Culminado con la Guerra del Desierto, de 1878 a 1885, dirigida por Julio Argentino Roca, que directamente desarrolló una campaña de exterminio indígena.

Antecedentes: El Derecho de Indias

Durante el domino español, tanto en la actual Argentina como en el resto de territorios, y tras los choques iniciales, las autoridades españolas llegaron a diversos tratados con los nativos, por los que se regulaba su relación de estos con España y sus ciudadanos.

En el caso del Cono Sur, uno de los tratados más relevantes fueron las Paces de Quilín o Tratado de Biobío, aunque hubo muchos más, así tantos como tribus indias que opusieron resistencia entre los siglos XVII y XVIII.

Las leyes en las que se articulaban esos tratados, dentro del territorio español, para dar cobertura a los derechos y garantías que se habían acordado con los nativos, nunca fueron bien acogidas por los entonces criollos, que las abolieron en cuanto consiguieron la independencia.

Libertando a los indios del Cono Sur

A los indígenas básicamente les mataban en batalla o de hambre en proto-campos de concentración, cercados de alambre de espino en los que se les dejaba a la intemperie, fuera invierno o verano, sin apenas comida ni agua. También eran vendidos como esclavos a los hacendados y grandes terratenientes. De igual forma que ocurría en ese tiempo en EEUU, eran llevados a reservas en zonas muy alejadas de sus tierras originarias, en unas condiciones igualmente precarias. Se les hizo desfilar encadenados por las calles de las grandes ciudades, se destinó a las mujeres al servicio de las familias pudientes. Y los demás comportamientos, siempre encaminados a su eliminación física y en el menor de los casos a conseguir su sumisión.

Los indios fueron matados o trasladados para que sus tierras cayeran en manos de los mismos generales y coroneles que las conquistaban, y que las compraban al Estado a precio de saldo, también algunos políticos, para después venderlas sustancialmente más caras a ganaderos y latifundistas emigrados del centro y norte de Europa.

El choque con la leyenda negra española

La leyenda negra, básicamente una invención de ingleses, holandeses y franceses, tiene su vertiente en América con la conquista, que inicialmente pudo tener sus más y sus menos, pero no se puede considerar como la tónica habitual en el continente. A lo largo de más de trescientos años los indios continuaron allí, con su propia legislación, el llamado Derecho de Indias, una rama del Derecho específicamente español y que se desarrollaba en base a los distintos tratados realizados con los pueblos indígenas. Derecho y derechos que fueron abolidos tras las independencias.

La muestra más palpable de la falsedad de buena parte de la leyenda negra es que, en los territorios americanos desde río Grande/Bravo hasta Bolivia la población nativa llega en algunos países a superar el 50% del total. Como es el caso de lo que fue pleno imperio inca, donde se supone que Pizarro no dejó un indio vivo, aun habiendo recibido emigración, la población originaria en Bolivia es del 66%, en Perú del 51% y en Ecuador del 36%. En contraste con las naciones que llevaron a efecto campañas militares de exterminio indígena, en los que esta población quedó, y sigue a día de hoy, muy reducida, como Argentina con tan solo el 1%, en Chile el 5%, en Paraguay solo el 1,5% o Uruguay únicamente el 0,02%.

En América del Norte la cosa tampoco quedó bien parada, con la noble y épica conquista del oeste que forjó una nación, EEUU, contada miles de veces en los wéstern del cine y la televisión, o la “leyenda blanca” de Pocahontas y John Smith repartiendo paz y amor y bondad y convivencia y solidaridad y... En este país la población de nativos americanos es de solo 0,87%, y “liberaron” también a los nativos que durante el dominio español estaban asentados en California, Nuevo México, Texas, Arizona, Colorado y Nevada. En el caso particular de México, que perdió la mitad de su territorio a manos de EEUU, que tiene una población de entorno a una tercera parte de este último, y que ha recibido casi tanta emigración como aquel, y donde no estuvieron los humanitarios Custer ni Sheridan, por nombrar a dos grandes próceres de la bondad, si no el perverso y sanguinario Cortés, la población indígena, con una 5ª parte del territorio de su vecino, es del 22%. En Canadá a los civilizados británicos, que de forma previa, también evitaban a los indios la opresión española en la Costa Este, tampoco les tembló la mano, el 3% solo de la población del país.

Estos hechos tuvieron lugar, no en el siglo XV, ni en el siglo XVI con un choque de culturas, de mundos, de fanatismos o de epidemias por nuevas enfermedades, sino en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de 1850, o incluso, entrado el siglo XX… Tal vez por eso, porque se temían lo que les iba a ocurrir, durante las guerras de independencia en Hispanoamérica los nativos originarios lucharon, principalmente, con los realistas y no con sus “libertadores”.

Cómo nace esta historia: El Hombre del Rey

Su origen está esencialmente en tres conversaciones con emigrantes en España de aquellos países.

Una persona procedente de Chile me comentó que nosotros (los españoles) habíamos matado a todos sus indígenas, y su relación con España más allá del desprecio era trabajar para poderse marchar de nuevo.

En el caso de un ciudadano de Montevideo, al preguntarle por qué no había indios en su país, me respondió “cuando ustedes se fueron los matamos a todos”.

Y la respuesta de un ciudadano argentino residente, entonces, en Santa Cruz de Tenerife, fue: "ustedes les regalaron tierras en lugar de matarlos, nosotros terminamos el trabajo que ustedes no hicieron". Que en boca del coronel Kreiber queda como “sus reyes les regalaron tierras en lugar de matarlos. Nosotros estamos terminando el trabajo que ustedes no hicieron”.

Hasta ese momento, el autor todavía tenía por referencia la “leyenda negra”, y estas respuestas dieron como resultado una curiosidad que conforme fue conociendo los hechos, a su vez comenzó a tomar forma en esta historia, con hache minúscula, que aquí concluye.



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